Así la vida…
Por: Juana Martínez
En Exclusiva (nuestra columna).- Candidatos o cándidos, gobernadores o gobernados, seguridad o inseguridad, ni-nis, economía, periodistas. No, hablaremos de los padres, pero no los de iglesia que llegan a olvidarse hasta del día en que se ordenaron y pasan por sobre todos sus votos, como Onésimo Zepeda, Marcial Maciel, Ricardo Seppia y qué sé yo cuántos más, que no sé qué cuentas le rendirán al Creador. No de esos no, sino de los que han tenido la dicha de tener un hijo y dan hasta la vida por ese ser.
La ocasión es propicia para reflexionar sobre los padres que todo lo sacrifican y todo lo alcanzan y se sienten retribuidos con tan sólo una sonrisa de un hijo, esos padres cuyo motor e inspiración son sus hijos desde antes de conocerlos, pero saben que crecen en el vientre de su madre. Esos hombres que nunca abandonan a sus hijos, que los encauzan cuando son adolescentes, los apoyan en sus dudas, los impulsan en sus vocaciones, aplauden sus triunfos y entienden sus fracasos, infunden en ellos buenos sentimientos, respeto y espíritu de lucha honrada y tenaz.
Esos padres que a la vez saben ser hijos, compañeros, hermanos, amigos, que están entre nosotros o viven en nuestro recuerdo porque ya descansan la paz de los sepulcros, esos hombres forjadores de hombres y mujeres de bien, exitosos como seres humanos. Esos que en verdad merecen ser llamados padres como el que a mí me forjó.
Pero aún cuando el INEGI reporta que en 96 de cada 100 hogares los padres viven con sus hijos, no todos los que engendran merecen ser llamados padres, muchos abandonan a sus hijos y los orillan a la delincuencia, a la drogadicción e incluso a la muerte. De acuerdo con cifras de la Cámara de Diputados, en los últimos cinco años 26 mil jóvenes se han sumado a las filas del crimen organizado ¿Dónde estaban sus “padres”? A diario noticias aterradoras nos llegan de esos que dicen ser “padres”.
En junio del año pasado una noticia nos sacudía el alma: Javier Covarrubias había asesinado a sus dos pequeños hijos, de 2 años siete meses, y de año y medio de edad, y había arrojado sus cuerpos en el parque Tepeyac de la delegación Gustavo A. Madero, de acuerdo con su última declaración. El “padre” confesó que se sentó sobre unas piedras y mientras su hijo jugaba a sus espaldas, atrajo a la pequeña hacia su pecho, le cubrió la nariz y la boca con una mano, hasta matarla. Tras esto, llamó al pequeño y lo asesinó del mismo modo.
El 30 septiembre del año pasado, un diario de Quintana Roo publicaba: Después de abusar sexualmente de su hija de 13 años de edad, José Germán Pacheco Caamal, de 45 años de edad, fue detenido por el delito de violación no sólo en agravio de la menor citada, sino de sus otros cinco hijos, por lo que ya fue consignado por la Fiscalía Especializada en Delitos Sexuales ante el Ministerio Público del Fuero Común.
El 12 de enero de este año una pequeñita de 3 años ingresaba al hospital Belisario Domínguez del Distrito Federal. Había sido golpeada por su “padre” Mario Escutia Domínguez, quien confesó que cuando la menor tiró la leche que le sirvió de desayuno la golpeo y la tiró al piso causándole diversas heridas en la cabeza que posteriormente le causaron la muerte. La pareja del inculpado declaró que tanto ella como sus demás hijos sufrían de constantes maltratos por parte de Escutia Domínguez, a quien mantenía económicamente y que además es alcohólico.
Cuántas historias así se repiten día a día, cuántos niños abandonan su infancia para entrar al mercado laboral. El mismo INEGI reporta, a datos del 2007, que más de 3 millones y medio de niños de entre 5 y 17 años trabajan: 67% niños y 33% niñas. Por otro lado, se estima que en México más de dos millones de niños entre los 6 y 14 años se encuentran en situación de calle ¿El motivo? Pobreza y violencia intrafamiliar.
Aída Valero Chávez, investigadora de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, alerta sobre el aumento de los índices de suicidio entre niños y adolescentes mexicanos, por causas que tienen que ver carencia económica y perturbaciones mentales, aunque en el 49% de los casos la causa es desconocida. . El uso de armas de fuego y los fármacos son las formas más comunes de quitarse la vida, además de que cerca de 49 por ciento de los casos no tienen una causa conocida. Este fenómeno se presenta más entre los hombres que entre las mujeres, con una tendencia pronunciada entre los jóvenes de 12 a 24 años. ¿Y dónde está el padre? ¿O será acaso que la causa es el padre?
El Día del Padre pues debe ser una fecha para reflexionar sobre la paternidad responsable porque en esas dos palabras se encierra el origen de muchos problemas que como familia, sociedad y país vivimos. En esas dos palabras esté quizás el remedio que tanto esperamos a nuestros añejos y exacerbados problemas sociales, ahí está el inicio de la solución y no en guerras estúpidas que generan más violencia. Hasta la próxima
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