Así la vida…
Por Juana Martínez
El presidente perdió su oportunidad,
es momento de la mesura
En Exclusiva.- Nunca antes en la historia reciente del país, ningún presidente había sido reprobado tan fuerte, abierta y frontalmente como Felipe Calderón Hinojosa; años atrás muchos criticaban la actuación presidencial en turno, pero no se había espetado a la cara, de manera pública, en forma contundente y además inobjetable un calificativo de inepto al depositario del Ejecutivo Federal, al que por demás se le ha llamado de todo, hasta alcohólico.
Hoy es deporte nacional el reproche frontal al presidente –en detrimento al respeto a la alta investidura – por los pobres resultados de su política anticrimen, por el manejo económico, por sus torpes políticas sociales y lo poco convincente de sus argumentos.
Dos días después de que en un acto que hizo recordar la época feudal, cuando la nobleza y el clero actuaban en contubernio con el beneplácito de una burguesía favorecida, Felipe Calderón se sentó a la mesa con Norberto Rivera, con el magnate Carlos Slim y con Marcelo Ebrard, a quien no le quedó más remedio que saludar, el primer mandatario se reunió con el aguerrido Movimiento por la Paz con Dignidad en el Alcázar del Castillo de Chapultepec.
Ahí, Emilio Álvarez Icaza echó en cara al presidente que no ha cumplido con las víctimas y “las respuestas que nos dan son lastimosamente pobres (…) no nos conformamos con esas respuestas”.
Javier Sicilia dice una vez más al presidente que su estrategia contra el crimen es la equivocada porque la corrupción no solamente se ha infiltrado en los cuerpos policíacos sino también en los altos círculos políticos y económicos mexicanos. Y va más allá al afirmar que “el Estado no es un Estado fallido, es un Estado fracturado”
Una vez más, y aunque Calderón defendió su política al asegurar que si no se hubiera actuado a tiempo contra la delincuencia con todo el peso del Estado los criminales ya se habrían apoderado de México, tuvo que reconocer que el Estado no ha cumplido su función de proteger a las víctimas: “El Estado no ha cumplido su función de proteger a la gente, pero el Estado no ha sido sistemáticamente el que asesina, mutila o desaparece a las víctimas”. Efectivamente, no lo es, pero si el que lo genera.
Y aunque la presidenta de Alto al secuestro A.C., Isabel Miranda de Wallace, defendió la militarización de la lucha contra el crimen y el empresario Alejandro Martí culpaba al Congreso por no aprobar las reformas legales necesarias para enfrentar la criminalidad, como si esa fuera la solución, Calderón tuvo que escuchar uno a uno los reclamos del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, porque las cosas no se mejoran y cada vez son más las víctimas de la violencia.
Ante un presidente apaleado, el poeta llamó a la gente para que la noche del 31 de octubre se manifieste en espacios públicos: “En todas las plazas, zócalos, cementerios, escuelas, panteones, centros ceremoniales, en todo el espacio público que nos haya quitado la delincuencia y la incapacidad gubernamental”.
Calderón no se ha cansado de los muertos, culpables o inocentes, pero al fin muertos; de repletar las cárceles con culpables, pero también de inocentes; no se ha cansado de que a la cara se le reproche su ineficiencia y la de su equipo, de las ineptitudes de su flamante titular de la PGR que no da una.
Heredará a su sucesor un territorio sembrado de cadáveres, víctimas de una política errática de combate a la delincuencia y de un mal manejo económico del país que ha hecho que prolifere justo la delincuencia, pues es el camino que se ha abierto para muchos jóvenes para los cuales no hay oportunidades de estudio, de trabajo y de un salario digno.
El mandatario sabe que las cuentas que entregará de su encargo no son en nada halagüeñas, y ya adelanta vísperas al afirmar que si el PRI regresa a Los Pinos va a negociar y entregar el país a la delincuencia, y es que al presidente no le importa que la población muera a manos de la droga, de la delincuencia, del hambre, él está en la campaña para hacer que el PAN continué el ejercicio torpe del poder, que ha hecho en los últimos once años.
En declaraciones al The New York Times, Calderón mostró su malestar ante el único precandidato al que todas las encuestas señalan como favorito indiscutible: Enrique Peña Nieto y fue más allá al aseverar que el priista encabezaría un gobierno corrupto: “Hay muchos en el PRI que piensan que los arreglos del pasado (con el crimen organizado) podrían funcionar ahora.
Yo no veo cómo pueda lograrse un acuerdo, pero es una mentalidad que muchos de ellos tienen. Y si esa opinión prevalece, me preocuparía”. Ante la irresolución de los problemas que vive el país, la activa actuación de la delincuencia, la intromisión estadounidense y el periodo preelectoral, sería recomendable que alguien le dijera al presidente que calladito se ve bonito, que ante el fracaso rotundo de sus políticas, económicas, sociales y de lucha contra el crimen lo único que le queda es la mesura y sentarse a esperar que su relevo entre en acción. Así las cosas después de un atorón emocional. Hasta la próxima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario