ASI LA VIDA
Por Juana Martínez
Los lloriqueos del presidente
A quién quiere conmover el presidente cuando ha hecho de su gobierno no el sexenio del empleo, de la seguridad, de la cancelación de la pobreza y el diálogo con la izquierda mexicana, como lo prometió luego de que tomó posesión, el 1 de Diciembre de 2006, en medio de un tumulto legislativo, que marcaría el signo de lo que sería su administración: confrontación y desacuerdo. En lugar de eso, nos ha dado sangre, desempleo, desesperanza, miseria, miedo y encono. En su mandato, aunque él culpe a los priistas del origen de la corrupción, este fenómeno ya casi natural de la clase político, se ha exacerbado; ya no esperamos algo mejor, sólo deseamos que las políticas de gobierno no nos hundan más.
El viernes en un melodramático mensaje a la Nación el presidente decidió declarar tres días de duelo por la muerte de más de 53 personas – número, en algo que podría parecer humor negro, no lograba concretarse pues no se ponían de acuerdo si una mujer embarazada contaba por dos o por uno - en un atentado contra el Casino Royale de Monterrey, perpetrado no con armas del vecino país del Norte sino con combustible de una gasolinera mexicana. Con gesto adusto y vestido de riguroso luto, Felipe Calderón no regateó en calificativos para referirse a los responsables de tal multi-homicidio y de nuevo enfiló sus baterías en contra del presidente y del pueblo estadounidense para exigirle lo que él no es capaz de hacer: detener el narcotráfico, el tráfico de armas y el consumo de droga.
En cadena nacional decretó tres días de duelo por la muerte de medio centenar de personas, aunque habrá que recordarle que son miles los que han muerto en su fracasada lucha que inició unilateralmente; y no es que se minimice el número de fallecidos en el casino, sino que al parecer se pierde de vista las fosas clandestinas, como las halladas en Tamaulipas donde fueron encontrados los cuerpos de más de 70 personas, no eran apostadores, sólo eran indocumentados. Soldados, marinos, policías, funcionarios, niños, jóvenes, sicarios y no sicarios, mueren a diario a lo largo y ancho del país y al presidente le consterna sólo lo ocurrido en el Casino Royale, deleznable sí, pero no menos cruel y duro que lo que a diario viven millones de familias mexicanas. Y por arte de magia, a tres días de los lamentables sucesos ya hay cinco detenidos, cuando años han pasado y no se acaba de hacer justicia en el caso de los bebés calcinados de la guardería ABC.
“No podemos claudicar ante el desafío de defender a los mexicanos ante esos criminales”, habría dicho en su mensaje del viernes el primer mandatario ¿En verdad nos defiende? ¿Cómo es posible que en un país invadido por la criminalidad operen oficialmente 306 casinos y se tenga el registro de 561 permisos vigentes? Dónde empieza la criminalidad cuando se entregan licencias para esos negocios con tal ligereza, centros que además, como otros de diferentes giros, funcionen sin medidas de seguridad. Y claro, muerto el niño se anuncian ya revisiones exhaustivas a esos lugares, cuando desde hace cuatro meses la diputada federal perredista Lisbeth García había presentado una denuncia ante la PGR contra el Royale, porque operaba en forma ilegal, denuncia a la que se le dio caso omiso.
Es un insulto a la razón que el gobierno busque siempre a quién echarle la culpa, que si los narcos, que si la oposición, que si el Congreso, que si Estados Unidos, que si qué se yo. Primero Laura Gurza, coordinadora federal de Protección Civil de la Segob, sale a lavarse las manos públicamente y afirma que el Royale sí cumplía con las medidas de Protección Civil, pero la funcionaria olvidó explicar por qué las víctimas del casino hallaron trabadas las puertas de emergencia.
Este lunes la Secretaría de Gobernación responsabilizó a los gobiernos anteriores y al Poder Judicial de la Federación de la operación de 306 casinos y aseguró que el actual gobierno no ha emitido ningún nuevo permiso y sólo ha respetado los ya existentes y las órdenes judiciales de reapertura de algunos centros. Desafortunada afirmación y ésta al igual que la que hace unos meses hiciera el propio Felipe Calderón respecto a la repartición de cargos a los allegados a Elba Esther Gordillo, cuando afirmaba que él sólo respeto un acuerdo con la lidereza, francamente dejan mucho que desear sobre la autoridad presidencial ¿A dónde lleva a un país un presidente que sólo ve los problemas y busca a quien culpar sin ejercer autoridad?
Esta administración pasará a la historia como la peor pesadilla que como mexicanos hemos vivido, no sólo hemos visto perder nuestra fuente de trabajo, nuestros empleos, nuestro poder adquisitivo, las oportunidades de educación para nuestros hijos, el acceso a alimentos, sino que somos testigos del encarcelamiento o muerte de nuestros jóvenes, el crecimiento y surgimiento de nuevos carteles de la droga, el aumento en los índices de drogadicción y alcoholismo en nuestra población, los asaltos, la miseria, el hambre y el miedo que nos embarga a todos por igual. No es fortuita la reacción de jóvenes como las mal llamadas “ladies de Polanco”, que sólo merecieron la burla de políticos; esa actitud sólo muestra de desesperación, impotencia, el miedo que vivimos a diario los mexicanos. ¡Cómo la gente no va a reaccionar así! Cada día se fabrican delincuentes, se presentan como “importantes sicarios”, líderes de Cárteles, a jóvenes con cara de espantados. Los Al Capone modernos tienen hoy el rostro de adolescentes asustados.
La expresión de dolor que quiso mostrar el presidente en su mensaje del viernes hace recordar las lágrimas y desolación que mostraba José López Portillo mientras se enriquecía y llenaba de oro las manos de sus familiares y amigos; el expresidente pedía perdón y hasta manoteaba culpando a todo mundo del derroche, corrupción e ineficacia que mostró cuando pretendía “administrar la riqueza”. Definitivamente, tenía talento para el teatro: En la historia de la humanidad las cosas vuelven a repetirse, pero como en las películas nunca una segunda parte fue mejor. Así las cosas. Hasta la próxima.